Es difícil abordar el tema de la basura sin mencionar el impacto devastador que tiene en nuestro planeta. Existen bibliografías, expertos y contenidos que abordan este problema de manera exhaustiva. Pero hoy, quiero hablar de la basura desde una perspectiva diferente: como un reflejo de lo que somos, una ventana que nos revela nuestras verdaderas costumbres y hábitos.
En esa corriente, Sabine Barles, profesora de planificación urbana de la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne, dice:
“La historia de la basura es la historia de la sociedad. Los residuos son un espejo, porque lo que encontramos en ellos es lo que consumimos”.
Hace algunos años, mientras cursaba el Magister en Dirección en Marketing en la Universidad Adolfo Ibáñez, Luciana Araujo Gil, experta en mercado del lujo y estudio de segmentos, compartió en clase una idea que se quedó grabada en mi mente: para conocer realmente a las personas, dos lugares son clave: su refrigerador y su basura.
Este comentario me intrigó en su momento, pero fue más tarde, ya en mi rol como Gerente de Marketing en una conocida inmobiliaria, cuando comprendí completamente su significado. Como parte de mi trabajo, participé en un programa innovador para el rubro llamado “In-situ”, que consistía en visitar las casas y departamentos de propietarios, junto a un sociólogo, y a modo de mosca en la pared, observar cómo habitan y utilizaban realmente el espacio.
En una de las visitas, recordé la observación de Luciana y decidí echar un vistazo en el refrigerador. Lo que vi confirmó lo que ya sospechaba: estaba en el hogar de alguien organizado, con claras estructuras y señales de que cocinaba en casa. No solo eso, también pude deducir que tenía hijos pequeños, por las compotas y leches que guardaba. Al mirar de reojo la basura, noté que no había separación entre residuos orgánicos e inorgánicos, y que las botellas de vino estaban apiladas junto a la puerta.
Esto llevó a preguntarme: ¿Habría descorchado un vino la noche anterior? ¿Sería de las personas que disfrutan una copa entre semana, o solo fines de semanas? Es como esa pregunta incómoda que te hace el doctor sobre si consumes alcohol y con qué frecuencia, a lo que siempre respondes con un evasivo “lo normal”, solo para luego cuestionarte cuando llegas a casa y ves las botellas acumuladas y: ¡ups!

Más allá de estas curiosidades, no hay nada más fascinante desde curiosidad inagotable, que tener la oportunidad de entrar a la casa de un extraño y tratar de conocerlo a través de esas pequeñas señales. En ese momento, me di cuenta de que esta persona había evolucionado desde que adquirió la propiedad. Al principio, no tenía un proyecto familiar, pero ahora sí, y había que tenido que adaptar el espacio a esa nueva realidad. La basura también reflejaba estos cambios. Estoy segura de que el basurero de esa persona era muy diferente antes.
La basura siempre se ha procesado, lejos de las ciudades, detrás del escenario, en lugares donde preferimos no pensar. Años atrás, sin darme cuenta, tiré una caja de lentes Gucci que venían con su certificado de autenticidad. Afortunadamente, solo fue la caja, pero me recriminé a mí misma por la pérdida. Reflexioné sobre cuántos objetos de valor sentimental, joyas, y pertenencias han terminado en la basura por accidente, y que nadie, ni siquiera San Antonio o San Expedito, ha podido devolvernos.
La basura es un gran problema para nuestra sociedad, que vive impulsada por el consumismo y, con ello, la generación de residuos. Como Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo, padre del término “Modernidad Líquida”, publica en 2012 en su libro “This is not a Diary”:
"Además de tratarse de una economía del exceso y los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño. Apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas tomadas en frío; apuesta a despertar la emoción consumista, y no a cultivar la razón".
En mi caso, mi basura está a medio camino. Aún no tengo la opción de separar por tipo de residuo ni de compostar. Me limito a separar lo que se puede reciclar y llevarlo semanalmente al centro de acopio. A pesar de tener como incentivo un hermoso, práctico basurero de Kitchen Center con pedal y con una capacidad de 30 litros, que hace que cocinar sea un placer, aún no he logrado implementar un sistema de reciclaje más completo.

Por las mañanas, mucha basura orgánica al preparar los jugos de desayuno: zanahoria, manzana verde, apio y jengibre, gracias a mi fiel Phillips Avance. Al mediodía, depende de lo que cocinemos o, en su defecto, de los potes de cartón de Fitfood, lo que refleja que durante la semana estamos tan ocupados con el trabajo que no tenemos tiempo de cocinar. En la noche, cualquier salida rápida sirve, ya sea alguna sobra o algo fácil de preparar, lo que reduce bastante la cantidad de residuos.
Es fundamental conocer los hábitos de consumo y desecho, especialmente si estás en el desarrollo de algún tipo de producto o servicio. En mi caso, iba directamente al espacio donde las personas habitan, pero todas esas señales indican dolores y necesidades que pueden ser cubiertas por lo que sea que estemos proponiendo.
De todas maneras, sería mucho mejor para nosotros y para el planeta si la basura no hablara tanto de nosotros, pues la basura es un error de diseño como concepto, y su existencia debiese reducirse al mínimo.