De cábalas
Es el comienzo de un nuevo año, y con él llegan nuevas energías y los mejores deseos. Las supersticiones y ritos aparecen, cargados de intenciones que prometen salud, viajes, abundancia y amor.
Somos animales supersticiosos y el término y comienzo de un año es el espacio donde afloran todas nuestras creencias. Es el momento donde las cábalas, esos pequeños rituales de esperanza, se convierten en un recurso para intentar controlar lo incontrolable: nuestro devenir.
La palabra “cábala” tiene un origen profundo. Proviene del hebreo y significa “tradición, recipiente, recepción, correspondencia”. Originalmente, se relaciona con una disciplina y escuela de pensamiento esotérico vinculada al misticismo judío. Pero, en su acepción más cotidiana, una cábala es un acto supersticioso: un cálculo, una conjetura, una suposición que busca atraer la suerte o cumplir un objetivo. Estas acciones pueden ir desde usar ropa interior de un color determinado hasta sentarse en la misma silla para ver un partido de fútbol. Son pequeños gestos que nos dan la sensación de tener alguna influencia sobre nuestro destino.
Toda cábala, en esencia, intenta ser una garantía. Es un simulacro de control en un mundo lleno de incertidumbre. Porque, aunque sepamos que la vida es impredecible, la incertidumbre resulta demasiado desconcertante:
“En el animismo, las relaciones entre representaciones -palabras o pensamientos- se suponen también entre las cosas, de modo que lo que hagamos con nuestras representaciones se espera que ocurra también con las cosas. Esto se llama ‘omnipotencia de los pensamientos’. Es como el neurótico que cree que, al pensar en la muerte de alguien, esta ocurrirá realmente. Los obsesivos son así: supersticiosos, aun cuando reconozcan lo absurdo de su actitud”. Sigmund Freud.
Este fenómeno subraya nuestra necesidad de encontrar conexiones entre lo que hacemos y lo que sucede, aun cuando sepamos que esas conexiones son meramente simbólicas. Toda cábala termina siendo una especie de garantía, de herramienta que simula que tenemos el control de nuestro devenir.
Entre las cábalas más populares para recibir el año nuevo destaca la tradición de comer doce uvas a la medianoche, una por cada mes del año. Este rito, que parece tan universal hoy, tiene su origen en España alrededor de 1880, cuando la clase burguesa imitaba a sus pares franceses comiendo uvas y brindando con champagne. También se dice que en 1909, los productores de uvas blancas de la variedad Aledo en Alicante, aprovecharon un excedente para popularizar la idea de las “uvas de la buena suerte”. Más allá de su efectividad, el acto de comerlas representa el deseo colectivo de un futuro próspero.
Otra tradición muy arraigada es la de comer una cucharada de lentejas, un símbolo de abundancia y prosperidad que se remonta a la Roma antigua. En esa época, regalar un puñado de legumbres dentro de un bolso de cuero simbolizaba un deseo de riqueza y buena fortuna. La forma redonda y achatada de las lentejas evocaba la imagen de monedas, lo que las convertía en un poderoso amuleto. Al margen de su carga simbólica, esta tradición también tiene un componente práctico: comer lentejas es un acto nutritivo.
La ropa interior también ocupa un lugar especial en estos rituales. Usar prendas amarillas se considera un llamado a la buena suerte y prosperidad. Si además se llevan al revés, la suerte prometida es doble. Curiosamente, esta práctica podría estar vinculada a la tradición europea de usar ropa interior roja durante la Nochevieja, que se originó en la Edad Media, cuando este color estaba asociado al ocultismo y, por ende, era censurado. Aquellos que deseaban romper las reglas optaban por usarlo en prendas ocultas. Con el tiempo, el amarillo tomó protagonismo en algunos países de América Latina como un símbolo de prosperidad.
El inicio de un nuevo año es también el comienzo de una nueva era, una página en blanco que genera tanto entusiasmo como ansiedad. En estos momentos de transición, buscamos herramientas que nos brinden una sensación de control. Si no lo hacemos, la “mala fortuna” se hace presente, castigándonos. Sin ser conscientes de este proceso, tendemos a atribuir nuestros fracasos a factores externos. Como seres humanos, tendemos a asociar objetos, acciones o rituales con la seguridad y la certeza. Si algo funcionó en el pasado, lo repetimos con la esperanza de que vuelva a dar resultado. Sin embargo, como señala Marcel Mauss en su ensayo sobre las técnicas del cuerpo:
“Los ritos y rituales no solo impactan en la mente, sino también en cómo percibimos y habitamos el mundo”.
Esta idea también conecta con lo que escribió Mircea Eliade, destacado historiador de las religiones, quien afirma que los ritos y ceremonias no solo son una forma de reafirmar el orden del cosmos, sino también de renovar y revitalizar nuestra conexión con él. En su libro “Lo sagrado y lo profano”, Eliade sostiene que estos actos rituales nos permiten trascender lo cotidiano, creando un espacio simbólico donde el caos se convierte en orden.
Somos animales irracionalmente racionales. Hacemos relaciones entre situaciones y acciones, aunque sepamos que esas relaciones no son causales. Quizás el acto de realizar una cábala no cambie nuestra realidad objetiva, pero sí puede influir en nuestra predisposición, en nuestra actitud frente a los desafíos y, en última instancia, en cómo percibimos y respondemos al mundo. Como apuntó Carl G. Jung, “los símbolos son las manifestaciones naturales del alma”. Las cábalas y ritos, en ese sentido, podrían ser los símbolos que utilizamos para navegar en el mar de la incertidumbre.
Al final del día, las cábalas y los ritos son un reflejo de nuestra necesidad de esperanza, de nuestra capacidad de imaginar un futuro mejor y de nuestro deseo de conectar con los demás a través de tradiciones compartidas. Son pequeños actos que nos permiten soñar, creer y, sobre todo, habitar ese espacio entre lo que somos y lo que queremos llegar a ser. Como señaló Joseph Campbell en “El héroe de las mil caras”:
“Los rituales y mitos universales nos proporcionan un vínculo con el misterio de la vida y con el significado de la comunidad humana”.