De cabello
Le llamamos el marco del rostro. Algunos poseen mucho, otros poco; rubios, negros, castaños y rojos; naturales y teñidos. Para muchos, es símbolo de vitalidad y nuestro testigo del paso del tiempo.
La relación con mi cabello ha sido de altos y bajos, pero una constante es el cuidado que le he prestado prácticamente toda mi vida. De pequeña, tenía esa clásica cabellera muy rizada y algo rubia (si, fui la típica “de niña fui rubia”). Este tipo de cabello parece rogar por peinados, y en mi caso no fue la excepción. Muchas mañanas antes de ir al jardín y colegio, me peinaban con una cola alta, tirante y muy peinada, que me dejaba con cara de velocidad o como si me hubiese aplicado el bótox de todas las Kardashians juntas de tanto tirón, y una cola perfectamente ondulada que colgaba con rizos que brillaban al sol.

Y tal como buen indicador del paso del tiempo, mi pelo cambió antes de que me diera cuenta de que estaba creciendo y convirtiéndome en mujer. Pase de tener un suave cabello rizado y claro a tener una extraña amalgama áspera y más oscura. No lo sentía propio; aun siendo niña, no entendía este primer gran cambio físico.
Con el tiempo, me fui acostumbrando y probando cortes que hicieran más “domable” este nuevo sombrero de mi vida. Recuerdo que fue la época en que nos bombardearon de publicidad para domar los cabellos rizados con cuanta crema de peinar con diversos aromas artificiales que existiesen. Si no lo lograbas con estos productos, no fallarían las recién masificadas planchas de peinar. Antes, lograr un pelo liso era solo posible en peluquería con un estupendo brushing que te tiraba fuertemente del cuero cabelludo. Esta loca necesidad de controlarlo todo, incluso cómo cae y se mueve nuestro cabello.
Luego me aventuraré a cambiar su color. Mi primer acercamiento al mundo de las tinturas fue con un jugo en polvo de color cereza. Pensaba que se vería bien, pero hoy creo que lo hice para desafiar mi naturaleza, demostrar que podía “domarme” y cambiar cosas propias a mi gusto. Años más tarde, probé con una inocente henna para aclarar el pelo, pero más bien me dejaba como Shakira en Ojos Así. Finalmente, llegué a los visos de color rubio, mechas, baby lights, reflejos, y un sinfín de nombres que básicamente son lo mismo: decolorar y poner otro color encima, intentando asemejarse a una Gisele Bündchen.
En la época de adolescencia, en la era Fotolog, existía el concepto “pelolais” y también “ondulais”, haciendo alusión a la clase social económica. Podías tener pelo liso u ondulado (jamás crespo o hiper rizado), pero se tenía que ver determinada manera, ordenado y generalmente de color claro para entrar en el círculo “lais” (haciendo referencia a la palabra “liso”).
Conscientemente, en mi último año de universidad y cerca de dar mi examen de título, decidí cortarme mucho el pelo, por sobre los hombros, para verme más seria y adulta ante la comisión evaluadora. Me di cuenta entonces que hay estilos de cabellos para gente profesional y seria, otros para gente artística y libre, y otros que simplemente no se preocupan y terminan teniendo cabellos sin personalidad.
Al cortar mi cabello para presentar mi proyecto de título y años más tarde para terminar una larga relación amorosa, entendí que muchas mujeres hacemos cambios externos para reflejar cambios internos, personales y de vida, así exista una concordancia entre ambas partes. Con estos cambios enfatizamos momentos importantes, como es el final de una relación o el luto.
El cabello es un reflejo de nuestra identidad y nuestra historia, y cambia al compás de nuestra vida. El poema “Un hemisferio en una cabellera” de Charles Baudelaire lo expresa muy bien:
“Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana”.
“(…) Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, tupidas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos flexibles y rebeldes, me parece que como recuerdos”.
Pero también es reflejo de quiénes queremos ser. El desfile de mujeres figuras importantes a nivel político, profesional, de poder que ves suele ser siempre el mismo, en general son cabellos lacios y no muy largos, mientras que mujeres en el ámbito cultural o artístico se dan la libertad de tener cabellos aleonados y rizados (no puedo no pensar en Grace Coddington y su marca personal pelirroja) me pregunto ¿por qué estas asociaciones?
Son construcciones sociales y culturales, de lo que “debemos” ser. Es el ser y parecer en su máxima expresión, y todo esfuerzo vale la pena para no salirse de esta línea, ser distinta o destacar, simplemente ser parte. En Estados Unidos, las mujeres afroamericanas gastan más dinero en productos para el cuidado del cabello que cualquier otro grupo étnico, y alrededor del 80% de los productos para cabello van dirigido a este segmento. ¿Cuánto gastamos para mantener el status quo de nuestro cabello? ¿Y cuánto gastamos en cambiarlo constantemente?
Aunque no tengo un gasto constante mensual, como muchas mujeres debido a las implacables canas, sí gasto en peluquería de vez en cuando, a veces para mantener y otras veces para cambiar, algunas de forma más drástica que otras.
Ser mujer es caro, o al menos ser mujer de acuerdo con lo que entendemos por “ser mujer”. Se nos exige, y más bien, nos exigimos demasiado en mantener esa línea homogénea. Ir a la peluquería es un sacrificio económico, pero también es un ritual que tiene su encanto. Es un lugar de encuentro entre mujeres, donde muchas comparten historias sin conocerse en lo absoluto. Automáticamente te sientas en la silla y te comienzan a conversar. Te enteras de todo, mucho más que en cualquier noticiero, programa de chismes o red social. La peluquera o peluquero toca nuestra parte más íntima, nuestro mayor capital de belleza; nuestro cabello. Tiene la facultad de domarlo y, mientras lo hace nos habla y nos pregunta. Desde hace muchos años soy fiel a ella y no le confío a nadie más mi principal tesoro, Paula Matus del Salón de Belleza Blanca Matus, que bien podría ser psicóloga a estas alturas (¿no resultaría mal un lugar de terapia grupal -peluquería no?).

Si quieres saber de algo, ve a la peluquería. Cuando comencé a salir formalmente con mi hoy marido, viajamos a Buenos Aires para que conocer a su familia. Su madre tenía peluquería (Magic) y, no tengo dudas ni pruebas, me envió allí. Me atendieron espectacularmente, y se me sentó a mi lado una señora muy social, mientras me hacía las uñas, me sacó toda mi información, casi hasta mi cuenta bancaria. Una excelente manera de conocer a alguien en profundidad y bajar todas las guardias.
Si tal vez no vas tan seguido a la peluquería, probablemente gastas muchísimo en productos para el cabello, desde un exquisito shampoo de origen natural, acondicionador para el frizz, a una máscara para hidratación profunda que terminas con un serum sellante que quizás aplicas todos los domingos.
El domingo es mi día de cabello. ¿También es tu día? Es el día que me doy el gusto de dejar una mascarilla un poco más de tiempo para hidratarlo (Cloe Pure Sensation Repair) y uso el, como yo le digo, el buen shampoo (para mi tipo de cabello, es infalible el Essential Love de Davines y el shampoo de uva de Di Nonna, más económico y realmente bueno) y el mejor acondicionador (Essential Love Smoothing Davines y Fusion Wella Mask). Es un momento de reset y de preparación para la nueva semana que se acerca.
Es algo contradictorio, finalmente el deber ser y parecer, el intento inalcanzable de tener un cabello domado y perfecto, entendiendo que cada una puede tener un objetivo distinto de lo que es deseado. Pero al mismo tiempo, trabajar para ello y dedicarle un momento exclusivo es muy placentero, un momento de autocuidado y autocariño. Podríamos dejarlo simplemente estar, que sea libre, no gastar ni un peso en siquiera intentarlo, pero perderíamos este preciado momento que es solo con nosotras mismas, nosotras y cada una de nuestras fibras de cabello.
Tanta energía guardada en el cabello.... y cuando la energía necesita un cambio siempre ocurre un drastico corte de pelo. Ya hace años que no me corto el pelo... signo de que todo va bien?? Puede ser. 😊