De diseño
Nuestra vida diaria está rodeada y es diseño en sí misma. Vivimos en un mundo lleno de productos y mensajes que son resultados de diseño, entendiéndolo como un proceso consciente y con objetivos claro

Estudié diseño, sin embargo, quería estudiar arquitectura como mi papá, o incluso, arte. Pero como si se tratara de un momento de revelación mezclado con impulsividad eléctrica, a último momento decidí estudiar diseño integral en la Pontificia Universidad Católica.
Diseño integral como tal es una carrera que tiene esa denominación, o más bien, tenía, únicamente esa universidad. Pues la malla curricular por aquellos años tomaba como referencia la escuela Bauhaus, fundada en la República de Weimar en 1919. La malla curricular era sumamente integral, con ciclos formativos partiendo en cursos preliminares o vorkus (en alemán) más generales y donde su principal objetivo era practicar la observación, detección de detalles y oportunidades. Esto lo sentí como trabajar cualquier músculo: partimos con mucho trabajo en la calle, con desafíos imposibles y amplios (como resolver la escasez del agua en el mundo, lo que nos dió grandes dolores de cabeza), para así expandir las capacidades de nuestros cerebros y obligarnos a observar, escuchar, idear, crear y solucionar de formas inesperadas.

En los años posteriores la carrera se va especificando de acuerdo con el sentido y objetivo que cada uno de nosotros tuviéramos, algunos fueron formando su malla con cursos más industriales, textiles o gráficos. Lo que era transversal a todos, es que herramientas o programas específicos no se enseñaban, sino más bien se profundizaba en el pensamiento crítico y la capacidad de resolución propia. Para algunos, esto es difícil y a veces es criticable debido a que es una carrera altamente técnica y si no te enseñaban estas herramientas te volvías competitivamente en desventaja a la hora de salir al mundo real. Sin embargo, mi percepción personal es que justamente ahí residía el valor, puesto que no gastamos horas de educación con excelentes profesores aprendiendo apretar ciertos botones u ocupar ciertas máquinas, lo que quizás nos hubiese dejado encasillados a la técnica y el oficio, sino que nos abrieron las posibilidades de ejercicio de una manera mucho más estratégica, lo que diferencia a un diseñador integral versus a cualquier otro tipo de diseñador especialista.

Esto te da libertad de acción, pero también tiene el riesgo de no lograr formar una carrera consistente y coherente. Pero creo que las posibilidades son infinitas, las carreras y ámbitos de impacto que cada uno armó son muy distintas entre sí. Yo me fui por el marketing y este background integral me diferencia respecto de cualquier otro profesional del marketing con estudios de ingeniería comercial y publicidad, como se da comúnmente.
Pero ¿qué es el diseño? La palabra diseñar viene de la palabra en latín designare, que significa designar, es decir, destinar algo para un fin determinado. Es un proceso cuya finalidad es la resolución de problemas que se plantean en función de ciertas necesidades. Es decir, para que exista el diseño, debe existir un motivo.
El diseño no es el producto resultante, solución o mensaje, sino es que es el proceso mediante el cual traducimos un propósito para que se transforme en una solución específica.
El diseño no es arte. El diseño tiene una función práctica y busca resolver problemas específicos, mientras que el arte tiene un origen personal y subjetivo, que se enfoca en la expresión emocional y conceptual.
Más allá de esta distinción, para mi tiene una diferencia desde su origen y razón de ser que es más crucial: el arte tiene como motivo el mismo creador, que parte su creación desde su propia percepción y necesidades de expresión personales, mientras que un diseñador tiene la necesidad de salirse del foco principal y resolver problemas para otros.
Pero diseño y arte cuando conviven logran cosas extraordinarias. Henry Ford habla de este equilibrio en Today and Tomorrow, 1926:
“Se impone naturalmente la pregunta: ¿No será mejor sacrificar el aspecto artístico que la utilidad, que la utilidad antes que la belleza? ¿Qué objeto tendría, por ejemplo, una tetera, si el modelo artístico del pico hiciera imposible servir el té? ¿Qué objeto tendría una laya de la cual el mango ricamente decorado hiriese la mano de quien la usa? Tan pronto como la decoración de un objeto de uso común obstaculiza la función, este deja de ser un objeto de arte y no puede más que ser definido como estorbo. Ha sido una anticipada la hipótesis de que el comercio y la industria sean la muerte del arte, pero no es verdad. En el momento en que el arte y la utilidad se separan, ´hay algo de corrupto en Dinamarca´. Los antiguos griegos se habían dado cuenta. La industria y el arte son incompatibles, más es necesaria una notoria capacidad crítica para mantener entre éstos un equilibrio.”
Según Rick Rubin en su libro El Acto de crear, todos somos creadores, entendiendo que tenemos la capacidad de transformar la realidad:
“La creatividad no está reservada a unos pocos. Ni tampoco es complicado acceder a un estado creativo. La creatividad es un aspecto fundamental del ser humano. Es un derecho de nacimiento. Y todos lo tenemos. La creatividad no se limita a la creación artística. Todos llevamos a cabo actos creativos a diario. Crear es traer al mundo algo que no estaba ahí. Podría ser una conversación, la solución a un problema, una nota a un amigo, la redistribución de los muebles en una habitación, una nueva ruta para evitar un atasco.”

No hay nada como percibir un entorno con productos y soluciones bien diseñadas, esas que muchas veces son silenciosas, y nos permite navegar en nuestro día a día sin mayores fricciones. Tal como Dieter Rams declara dentro de sus 10 principios del buen diseño:
Es innovador
Hace que un producto sea útil
Es estético
Hace que el producto se pueda entender
Es discreto
Es honesto
Es duradero
Es minucioso hasta el último detalle
Es ecológico
Conlleva el menor diseño posible.
Le pregunto a mi marido que objetos en su día a día el siente que están bien diseñados, y le cuesta responder. No es que se trate de un bruto o sea poco atento, sino que sin darse cuenta, está rodeado de cosas que están bien diseñadas y es justamente por esa misma razón que es incapaz de nombrarlas: desde una rica lapicera Mont Blanc que te da el peso y seguridad para escribir casi cualquier cosa, la linda y práctica cafetera italiana, indicaciones en la calle, artículos de cocina como la olla La Creolé con pomo de gallo negro que sirve para todo, incluído hacer pan en el horno y que te hace sentir como el mejor chef del mundo, e incluso el orden de las cosas que nosotros mismos hemos dispuesto en la cocina. Todas han tenido el proceso de diseño, y por ende todos tenemos la capacidad de manipular nuestro entorno y realidad, con el fin de crear algo nuevo y mejor:
“Quienes aman las formas, quienes las manejan, las transforman, las buscan y las combinan, se reconocen entre sí mediante sensibles antenas, no tanto en el seno de las disciplinas como en asociaciones casuales a través de Internet o de la vida cotidiana en las ciudades. La forma está en todos lados. Hablamos en un mundo abierto hecho de formas y somos los humanos quienes las estamos creando, eligiendo y combinando permanentemente.”
Diseño: Teoría, Enseñanza, Práctica. Alex Blanch. Ediciones UC