De maquillaje
Para construir una imagen que queremos proyectar, transmitir confianza a los demás y sentirnos confiadas, pero por, sobre todo, sentirnos menos feas.
Es interesante reflexionar por qué nos maquillamos y por qué los hombres, en su mayoría, no lo hacen. ¿Por qué los hombres no lo necesitan aparentemente? ¿Es realmente necesario invertir tanto esfuerzo y recursos realmente ocultar nuestros defectos y exacerbar nuestras cualidades más bellas?
La relación entre la humanidad y el maquillaje data de las primeras civilizaciones, donde se obtenían productos a partir de elementos naturales como arcillas, pigmentos y minerales.
El maquillaje, tal como lo conocemos hoy, tiene sus raíces en el antiguo Egipto, donde simbolizaba estatus y poder. En la Edad Media, el uso del maquillaje se extendió por toda Europa, aunque era peligrosamente tóxico. Materiales como el plomo, utilizado en el rostro y escote para obtener una piel pálida que se conseguía poniendo capas sobre capas, y como además bañarse no era algo habitual, el plomo quedaba en la piel mucho tiempo desprendiendo sobre ésta su toxicidad y provocando parálisis. También había fórmulas peligrosas que contenían mercurio sublimado para obtener una piel más suave y sin manchas a costa de la salud, y muchas veces, vida.
Curiosamente, hasta la “Gran Renuncia Masculina” después de la Revolución Francesa, hombres y mujeres se maquillaban por igual. Según John Carl Flügel en “La Psicología del vestido”, los hombres abandonaron la decoración personal en favor de una imagen más funcional y laboral. Por lo que pasaron de ser objetos de belleza a objetos más funcionales con objetivos laborales y de sustento. El maquillaje quedó como asunto exclusivo de las mujeres, que seguían en casa y disponían de más tiempo para embellecerse.
Hoy, la industria del maquillaje está mucho más avanzada y diversa, y aunque confiamos en los consejos de amigos, influencers y profesionales, seguimos siendo conscientes de los posibles riesgos de algunos compuestos, como es el caso del talco, y por consiguiente la posible presencia de asbesto, presente en casi todos los formatos en polvo de maquillaje.
A pesar de esto, muchas de nosotras somos esclavas del maquillaje, pero del más esclavizante que hay; el que no se debe notar. Un esfuerzo desmedido para ocultar una espinilla por aquí, una manchita por allá, un rímel liviano (High Impact Mascara Clinique) para agrandar, los que siempre he percibido como mis ojos pequeños. Logrando así un look natural pero impactante.
Cuando renunciamos a este ritual, es común que la gente nos pregunte si estamos enfermas…cómo les digo entonces: “esta es mi cara”: con ojeras, espinillas, manchas y poros abiertos. Y esto pasa, porque la imagen que se tiene de una es la que construyes en el tiempo, no es que la culpa sea 100% de los demás por exigirte verte siempre bien, sino porque también nosotras nos esforzarnos por vernos todos los días igual; bien y hermosas.
Aunque el maquillaje puede parecer una esclavitud de dibujar cada día un rostro sobre nuestro rostro, también hay un espacio de goce y auto-cuidado. Nos miramos en el espejo, y seguro que es el único momento del día en que nos auto-contemplamos profundamente y disfrutamos de este ritual íntimo.
Mi experiencia profesional con el maquillaje ha sido enriquecedora. Desde mi matrimonio civil con mi querida y talentosa amiga Bárbara que me dejó simplemente resplandeciente para ese día tan especial, hasta con Estefanía Novillo de Estudio Novillo para la ceremonia; creo que nunca he tenido un rostro más bello y fresco como ese día y logró básicamente milagros con mi aspecto. Tuve un percance con un autobroncenate que me dejó manchada la piel de todo el cuerpo y básicamente me tuvo que maquillar el cuerpo a último momento (recomendación si eres novia; no te pongas productos autobronceantes).

Hoy, mi cosmetiquero, -como muchos puedo imaginar-, está lleno de productos, algunos para el uso diario y otros para ocasiones especiales. No puede faltar el protector solar diario, el iluminador Baume Essentiel de Chanel que da ese toque jugoso a mi piel y párpados y los labiales Dior Addict Lipstick. Para eventos, uso la base de maquillaje Les Beiges Eau de Teint de Chanel, que es ligera como el agua y dura muchísimo, y de la misma línea el agua de rubor en el mismo formato simplemente queda perfecto en la piel y le da un cierto brillo hermoso. También tengo paletas de sombras, como la bellísima de OKWU Fundamental Eyeshadow Palette para fiestas y funciones teatrales, donde el maquillaje debe ser más exagerado.

El maquillaje es una máscara, un antifaz que podemos elegir usar o no. Si un satinado labial te hace sentir diosa del Olimpo, ¡adelante! Y si prefieres ir al natural, eso también está bien. Lo importante es que puedas elegir, pero antes que todo, estar en sincronía con nosotras mismas, pues ahí reside la verdadera belleza:
“El maquillaje solo puede hacerte lucir bonita por fuera, pero no ayuda si no eres bonita por dentro. A menos que te comas el maquillaje”.
Audrey Hepburn