De olor
En gustos no hay nada escrito y probablemente haya un perfume para cada tipo de persona. Cada perfume habla de quiénes somos y cómo nos sentimos al utilizarlos; adquirimos confianza, amor y energía.
Mi fascinación por los perfumes parte con el simple recuerdo de mis primeros aromas acompañantes en la vida, entre aguas de colonias, que años después me llevarían al clásico “Agua de Colonia”, gracias a un viaje de trabajo en marketing del rubro del vino a Colonia, Alemania. Fue allí donde conocí la historia de la famosa Eau de Cologne, creada en 1709 Jean-Marie Farina crea la solución perfumada con esencias de plantas producida en la Edad Media en monasterios italianos. Jean-Marie Farina describió así su creación en una carta su hermano:
“Mi perfume me recuerda una hermosa mañana de primavera después de la lluvia. Está hecho de naranjas, limones, bergamotas, flores y frutas de mi país natal. Me refresca mientras estimula mis sentidos y mi imaginación.”

De aguas frescas, pasé por una una fase obligatoria en toda niña: la pubertad. Me vi empujada en ese entonces de cambiar estas colonias con aromas frescos y cítricos por mi primer perfume de adolescente: Polo Ralph Lauren, el clásico de botella celeste.
Desde ahí, no hubo vuelta atrás. Recuerdo que utilizar ese perfume para sentirme poderosa, deseada y confiada. Creo que es fácil asociar aromas a recuerdos, y el aroma de ese perfume si bien no es de mi gusto en el presente, me transporta automáticamente a esa Gabriela que descubría el mundo desde la visión de una niña que pasaba a ser mujer.
Creo que pasaron años, o así lo sentí en aquella turbulenta época de la adolescencia, hasta que maduré un poco más y me cambié al Ange u Démon de Givenchy. Era realmente fanática, descubrí con este perfume la versatilidad que tiene una misma familia. Con esto, mi favorito era su versión Le Secret Eau de Toilette, con notas de salida de té, arándano y limón; las notas de corazón de peonía, jazmín y lirio de agua y las de fondo con notas amaderadas y pachulí. Sin embargo, esta versión es fresca, ideal para verano, pero para invierno me resultaba incoherente a lo que sucedía fuera de mi ventana. Así fui variando de acuerdo con la temporada o incluso si era para día o noche con la versión Eau de Parfum con notas de salida de azafrán, tomillo y mandarina; notas de corazón de azucena, ylang-ylang y orquídea, y notas de fondo de vainilla, haba tonka, palo de rosa y musgo roble.
Por otra parte, hay otro tipo de personas. Las que son fieles, las de una sola línea: mi madre. Creo que desde que tengo memoria utiliza el mismo DNKY, la llamada coloquialmente torre (notas de salida de hojas de tomatera, naranja, mandarina y chabacano; notas de corazón de casia, lirio de agua, narciso amarillo, jazmín, heliotropo, ylang-ylang, orquídea y rosa y notas de fondo de abedul, gamuza, sándalo, pachulí y ámbar). No hay día que no se lo ponga y cada vez que pasa deja una suave estela, incluso puedes adivinar que estuvo en aquel lugar sin siquiera haberla visto. Un perfume que define a mi madre a la perfección; fresca, energética, pero con una base profunda y robusta. Siempre he admirado su constancia con el uso; mucha gente ya no llama el perfume por el nombre si no por el nombre de ella. Una asociación directa de quién es con el aroma. Estoy segura si me visitara después de su muerte, aparecería ese aroma antes que una figura fantasmagórica.
Contrario a ella, yo soy una exploradora insaciable del aroma. Una vez que te abres a tener más de un perfume de acuerdo con la ocasión, clima, hora del día, se abren infinitas posibilidades. Debo haber pasado por varios perfumes comerciales, pero siempre escogiendo, sin saberlo, aromas que tuvieran presencia de rosas, pachulí, jazmín y ylang-ylang.
En 2020 junto con la pandemia, me di tiempo y espacio para mi bienestar personal. En esa “intro-travesía” que llamo, llegué a Perfumería Botánica, proyecto de la mano de la delicada Paloma Espinoza conocedora de los aromas de la naturaleza, que promovía un taller llamado Sesión Olfativa, el cual consistía en el diseño de un perfume personalizado. Así, fui unas tres veces a la casa taller de Paloma, me dio un librito para llenar llamado Memoria Olfativa, donde registraría la contemplación del olor para descubrir aspectos de mi propia intimidad, siendo el olor como una llave de tiempo y espacio determinado de mi biografía. Tras las cálidas sesiones llegamos a formular mi primer perfume con una pizca de jengibre, cardamomo, vainilla, musgo, bergamota, pachulí, incienso y rosa. Lo ocupaba feliz, hasta que mi padre me dice que olía un poco a feria de artesanía…y si, la verdad es que siempre me ha encantado ese olor a mezcla de todo, un poco de palo santo, incienso y especias.
Recientemente volví a su casa, pero esta vez me llevé un pedacito de ella con su perfume Yang; con sándalo blanco, vitex agnus-astus, pachulí, jengibre y pimienta.
Gracias a su nariz aprendí además que los perfumes pueden no tienen género. Hace unas semanas probamos con mi marido el Jardín à Cythère de Hermès y efectivamente, es versátil; cambia totalmente si lo lleva él o yo. Últimamente me he dejado llevar por este tipo de aromas más ambiguos y he probado el exquisito Samsara de Guerlain, que tiene ese misticismo del sándalo y jazmín que antiguamente se utilizaba solo para ofrendas religiosas. Y para el día a día me he acostumbrado a Chloé con notas muy florales como peonía, lichi, fresia y notas de corazón de rosa, lirio de los valles y magnolia, mientras que de fondo con cedro y ámbar.
Mi apogeo, hasta ahora, llega con mis viajes a Buenos Aires debido a mi marido. Así he descubierto que tengo dos souvenirs que hago en cada viaje: tomar clases de danza y algún perfume.
Recuerdo estar en la casa de un amigo de él, alrededor de una fogata, y a pesar de que el humo podría tapar cada aroma posible, llegó la pareja de uno de los amigos a la cual saludé y me quedé absorbida por su aroma. No lo podía descifrar, aún no puedo, pero no sabía en ese entonces que se trataba de un perfume sumamente complejo y elegante. Ella me presentó Fueguia 1833.
Fueguia 1833 es laboratorio de perfumes de nicho y lujo que nacen a partir de plantas medicinales. De la mano de Julián Bedel, posee 120 ediciones limitadas. Tiene tiendas en Argentina, Japón, Estados Unidos, Corea, Dubai, Qatar, Inglaterra, Italia, México y prontamente abrirá en Chile.
Mi primera adquisición fue Juan Manuel, personalidad compleja de la historia argentina: se afeitaba cada ocho días y nunca usaba zapatos, solo botas. No bebía alcohol y se dice que pidió ser enterrado con su plato de porcelana favorito. Una historia particular para un perfume delicado y peculiar a su vez con notas de rosa, cedro y pimienta rosa. A partir de ese entonces he adquirido cinco perfumes, entre ellos destaco la familia Muskara que contiene feromonas, y denominado el “anti-perfume” con la capacidad de interactuar con el olor natural de quien lo use, lo que hace que sean perfumes sumamente hipnotizantes. Y mi último perfume fue el que elegí para el día de mi matrimonio: Manuela, en colaboración y homenaje al jardín de Manuela Wirth, como un puente botánico entre las floras británicas y sudamericanas con extractos de dos plantas: Narcissus Poeticus del Somerset Garden y Caraguata Thistle de Fueguia Botany.
El hecho de haber escogido un perfume particular para un día tan importante me lleva a concluir que un perfume es, en definitiva, nuestro accesorio invisible, eso que completa el look, determina nuestra presencia y nos presenta en el aquí y ahora con toda nuestra historia, estado de ánimo, e incluso con el poder de cambiarlos, y tal como dijo Coco Chanel:
“Incluso el más insignificante de los perfumes, si es elegido correctamente para calzar en la persona, es un buen perfume”.