De sueños
Soñar mueve al mundo, ideales, política y economía. Desde visiones se han forjado políticas y transformado países. Mientras dormimos perseguimos deseos íntimos; soñar es una manifestación humana.
Hasta finales del siglo XIX, y solo con la proliferación de la luz eléctrica el acto de dormir se habituó a un solo tramo. Antes de esto, era común en los adultos dividir el sueño en partes, llamadas “primer sueño” con un breve intervalo de vigilia a medianoche para rezar, cenar o conversar. Lo que afectaba la entrada del sueño REM (movimientos oculares rápidos), espacio donde ocurren los sueños ¿habremos soñado menos en ese entonces?
Con la llegada de la luz eléctrica se volvió común utilizar las primeras horas de oscuridad con actividades anteriormente diurnas, dando paso a una ocupación cada vez más ávida de la noche por lo que se hizo más difícil luego separar el sueño nocturno en dos partes, lo que terminó provocando un periodo único de sueño de seis a ocho horas de duración como es hoy en día. En este periodo, reservado e íntimo es donde desarrollamos nuestra capacidad de soñar.
Nadie nos enseña a soñar. Soñamos desde que somos niños, de manera inconsciente y automática. Como decía Jonathan Winson, pionero en el estudio neurobiológico de los sueños:
“Los sueños simplemente reflejan lo que les pasa a quien sueña en ese momento”.
Es como si, cada noche nuestro cerebro procesara y reorganizara toda la información que ha recogido, limpiando y acomodando recuerdos, emociones y vivencias.
Pasamos, en promedio, una tercera parte de nuestras vidas durmiendo. Es decir, cada 15 años dormimos unos 5. ¡Cinco años sumidos en ese universo misterioso del sueño! Dormir es vital para nuestra salud, para procesar lo que aprendemos, para conservar los recuerdos, para dar espacio a la creatividad y para permitir que nuestro cuerpo se recupere. El sueño, además, es un escenario fascinante donde todas nuestras emociones y pensamientos pueden tomar formas extraordinarias.
Desde pequeña, he tenido sueños que recuerdo con sorprendente claridad. La primera gran pesadilla que tuve fue a los 4 años. Soñé con un monstruo verde de mal olor que se escondía en mi habitación, observándome en silencio. Aunque en el sueño mis padres no parecían preocuparse por él, yo sabía que era una presencia siniestra. Mi nana me ayudó a enfrentar ese miedo mostrándome un peluche de color similar y explicándome que no debía tenerle miedo a un objeto inanimado.
Ya de adulta, mis sueños se volvieron menos terroríficos y más introspectivos. Uno de mis sueños recurrentes fue nadar en un océano profundo y calmo, donde una gran sombra de ballena azul se mueve bajo mí. Una experiencia de asombro y humildad; me siento diminuta frente a la inmensidad de la naturaleza, pero al mismo tiempo hay una paz inmensa en ese sueño, como si flotara en universo donde todo es armonía.
Este año, tuve otro sueño que me dejó con una extraña sensación de premonición. Soñé con mi entonces jefa, en un edificio que oscilaba como un péndulo. Nos tomábamos de las manos y nos decíamos que confiáramos en los cimientos, que el edificio había sido construido para no caer. Días después, mi jefa nos comunicó que dejaría la empresa por una reestructuración, y poco después yo también salí. Sin embargo, semanas después nos reencontramos y comenzamos a trabajar juntas en un proyecto propio. ¿Fue un sueño premonitorio o simplemente mi cerebro procesó una alternativa inevitable?
Además, este año he soñado con frecuencia con una casa en medio de un bosque, una mansión con una mezcla entre lo antiguo y lo moderno. Es un lugar hermoso, donde siento que conviven el pasado y el presente. La última vez que la soñé, la casa estaba llena de gente, como en una fiesta, y había un salón de té con manteles blancos y detalles vintage. Lo más curioso es que al día siguiente, una amiga me contó que había soñado conmigo la noche anterior y me describió exactamente esa misma casa. ¿Coincidencia o sueño compartido, quién visitaba a quién?
“Las personas somos como un iceberg del que solo se ve la punta. Todo lo que hay bajo el agua es nuestro subconsciente, un montón de deseos y traumas que reprimimos pero que son lo que dan forma a nuestros sueños” (La interpretación de los sueños, Sigmund Freud).
Según Freud, los sueños, nos muestran fragmentos de nosotros mismos que, en la vida diaria, permanecen ocultos. Son una fuente misma de nuestro futuro. El inconsciente es como la inteligencia artificial; un cúmulo de recuerdos y todas sus posibles combinaciones. Por lo que es mucho más de lo fuimos, es también todo lo que podemos ser.

Ir a dormir es un ritual. Desde la mañana, preparo el escenario para mi noche: ventilo la habitación, abro las ventanas y dejo que el aire fresco inunde el espacio. Me gusta hacer la cama con cuidado, acomodar mis almohadas, especialmente la funda de seda que siento tan suave al tacto, y colocar un toque de aromaterapia, como el jazmín del cabo de Biogreen o la Bruma Aromaterapia Bosque de Majen, que me transportan a los bosques del sur de Chile.
Esa breve pausa antes de apagar la luz, cuando el cuerpo se rinde y los párpados comienzan a pesar, es mi momento favorito. Sé que, en cuanto cierre los ojos, mi “guionista” interno tomará el mando, y quién sabe qué historias me contará esta vez. Como decía Freud, “el sueño posee una maravillosa poesía, una exacta facultad alegórica, un humorismo incomparable y una deliciosa ironía”.
Cada noche, me entrego a Morfeo con la curiosidad de saber qué sorpresa me depara ese otro mundo, el onírico, donde los deseos, las emociones y los recuerdos se entrelazan en una sinfonía de imágenes y sensaciones.
En mi velador ahora está el libro “El Oráculo de la Noche” del neurocientífico Sidarta Ribeiro, y lo he comenzado a leer para seguir aprendiendo de ese otro mundo, y al mismo tiempo, he comenzado a registrar mis sueños en dreamboard.com. No tengo claro aún el propósito de este ejercicio; quizás quiera maravillarme de mi propio universo interno, redescubrirme o simplemente sorprenderme de lo que olvido cada mañana al despertar. Porque ese otro mundo, aunque a veces parezca extraño y aleatorio, también vivimos, sentimos y descubrimos quiénes somos tal como si estuviéramos despiertos.
“Una vez yo, Zhuang Zhou, soñé que era una mariposa flotando de un lado a otro, una verdadera mariposa, disfrutando al máximo de su plenitud, y sin saber que era Zhuag Zhou. De repente me desperté y me encontré a mí mismo, el verdadero Zhuang Zhou. Ahora ni sé si entonces era un hombre que soñaba con ser mariposa o si ahora soy una mariposa que sueña que es un hombre.” Zhuang Zhou.